Bibliófilo, según la definición de la Real Academia Española, es la persona amante de los libros, —y también— la interesada en las ediciones originales más correctas o más raras. Sin embargo, no hace falta llegar a atesorar ejemplares de un valor especial para ser calificado como tal. Bibliófilo es todo aquel que ama a los libros con pasión, que necesita perderse en ellos, tenerlos cerca, saber que están ahí, tocarlos, olerlos...
En ocasiones, esta pasión deviene en una necesidad vital, compulsiva, que puede llegar a comprometer tu relación con los amigos —por éso, yo detesto prestar mis libros— la família, tu entorno... La lectura se transforma en un acto de introspección egoísta y, por qué no decirlo, un tanto ególatra, en una experiencia íntima difícil de compartir, en un refugio seguro contra las inclemencias de la razón y el sueño.
Quede claro, sin embargo, que la Bibliofilia no es una simple afición por la lectura, es éso y es algo más: en la psique de todo buen bibliófilo late un fetichismo apasionado, o amor a la tenencia del libro por el libro mismo, que da lugar a ésa pregunta típica de los amigos que se asoman a tu biblioteca particular: ¿pero tú de verdad te has leído todos éstos libros?
Poggio Bracciolini, humanista italiano del siglo XV y famoso bibliófilo de su época, fue un incansable perseguidor de manuscritos, de suerte que, según dicen las fuentes históricas, rescató, compró, copió o robó él solo gran parte de la literatura clásica latina antigua, que reverdeció en el Renacimiento, desde el seno de los monasterios a que acudió en su busca. Actividad que justificó como pudo, dado lo poco honroso del hecho en sí y a la vez, la buena disposición de ánimo que lo llevó a realizar tales actos de osadía.
Pero... no obstante lo anterior, ¿Quién podría desconfiar ante la imagen de un inofensivo y apacible lector, recostado indolentemente en su sillón favorito, bajo una tenue iluminación, y quizás con un precioso gato a su lado que lo mira con ojos amorosos?
Os proponemos que nos comentéis vuestra opinión:
¿Creeis que la pasión por los libros produce una alteración de la personalidad que consume sin remedio al lector, desterrandolo a un mundo exclusivo de sombras, o pensais que se trata de una afición inocua para la salud mental, que nos sana, nos reconcilia y nos abre a la vida ?
1 comentario:
Anouka: Muchas veces llego a la conclusión de que la lectura de buenos libros, y por tanto el enriquecimiento intelectual, nos hace más infelices, debido a que al enseñarnos a pensar por nosotros mismos vemos las desgracias y miserias humanas mejor que si nos hubiéramos dedicado a ver la TV. Por otro lado, bien es cierto, que el enriquecimiento que supone la lectura nos eleva por encima de las miserias humanas, ofreciéndonos un estado de satisfacción con nosotros mismos muy agradable. Creo que debemos tener mucho cuidado en mantenernos en el término medio. Nos fijaremos en las miserias lo imprescindible, gozando del placer de entender a quienes nos quieren transmitir algo mediante la lectura, ya que para mí junto con la música, es una de las mejores formas de transmisión de pensamiento, más a veces incluso, que la conversación. La lectura bien realizada te permite pensar sobre lo que estás leyendo, como decía Tierno Galván, "leer un libro es similar a como beben los pájaros agua: primero la ponen en el pico y luego levantan la cabeza para tragarla". Nunca pensé que leer un libro de economía me podía transmitir tanto sobre la humanidad, como una novela en la que el autor crea un personaje dotándolo de personalidad y rodeándolo de un ámbito espacial y temporal.
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