Hoy día el autor es más accesible que nunca a sus lectores; la dinámica cultural que alimenta la actualidad literaria cuenta con suficientes recursos para ello: campañas de promoción de los libros, presencia frecuente de los escritores en los medios, participación de éstos en eventos culturales de todo tipo, creación de webs y blogs personales...
Todo ello supone un acercamiento entre el escritor y sus lectores, sin precedentes hasta hace tan sólo unas décadas. El escritor ha perdido con ello parte de esa aureola romántica del oficio y, a cambio, ha ganado en popularidad e influencia mediática.
Pero, de entre todos estos eventos, los más populares por excelencia, desde el punto de vista de su proyección sobre el público lector, son las diversas ferias entorno al libro y la lectura que cada primavera se dan cita en diferentes capitales de nuestra geografía. Los objetivos: fomentar la afición lectora, servir de escaparate de las novedades editoriales y poner en contacto y propiciar la actividad de los diferentes profesionales y entidades del sector.
En mi caso, mi primer recuerdo, y antecedente de lo que después se convertiría en una gran afición, me viene a la memoria, precísamente, de una mañana en que mis padres nos llevaron a mi hermana y a mí a la Feria del Libro de Madrid, y nos dieron dinero para que nos decidiéramos cada una por uno de entre los muchos libros que se exponían en las casetas del Retiro. Yo elegí una recopilación de cuentos egipcios, no recuerdo de qué editorial; creo que ésa fue mi primera compra de libros consciente. De todos modos, yo estaba acostumbrada a ver siempre leer a mi madre, y la lectura era algo habitual en casa.
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