La historia del mítico programa literario Apóstrophes, emitido por la
cadena francesa Antenne 2, es la de una relación que nace el año 1975 —y se prolongaría durante más de 15 años— entre su director y presentador Bernard Pivot y los millones de telespectadores franceses que, la noche
de los viernes, se sentaban frente al televisor para
compartir su afición por la lectura y asistir al juego de preguntas y
respuestas entre el periodista y los autores invitados.
Como todas las relaciones, el diálogo a tres bandas entre Bernard Pivot, los escritores entrevistados y los telespectadores, contó con momentos memorables y otros cargados de polémica. De todo ello —pero también de otras muchas cuestiones sobre la cultura, los libros y la pasión por la lectura—, nos habla Bernard Pivot en sus memorias.
El libro, reeditado recientemente en España por Trama editorial, es el resultado de una larga entrevista mantenida por escrito entre Bernard Pivot y el historiadior Pierre Nora unos meses antes del final de Apostrophes en junio de 1990, en la que, invirtiendo los papeles, Pivot cede a ser el entrevistado y reflexiona acerca de su gestión al frente del programa televisivo. Una segunda parte del libro, más breve, recuerda asimismo su experiencia posterior a cargo de Bouillon de culture —Sopa de cultura—, magazine de información y entretenimiento cultural.
El éxito de la fórmula y el interés que despertó Apostrophes fueron extraordinarios. El acierto por parte de Bernard Pivot de encontrar el punto medio entre la comprensión de los gustos y curiosidades del telespectador y la necesidad de explicarse del escritor invitado, sin que un conocimiento exhaustivo del libro o de la materia rompiera la complicidad con aquél, unido a una interesante combinación de temas y estilos, derivó en un impacto inusual para un programa literario en una cadena de televisión.
Sin embargo, la medida de su éxito fue a la vez la causa de que algunos críticos mostraran sus reservas ante un programa que consideraban demasiado ecléctico y falto de rigor a la hora de tratar con la cultura y los medios.
Frente a quienes llegaron a acusar a Pivot de subjetivismo y de arbitrariedad a la hora de seleccionar a algunos escritores o de tratar determinados temas en detrimento de otros posibles, cabe preguntarse si no son éstos los rasgos que definen, por principio, a todo lector.
Pivot lo reitera en numerosas ocasiones a lo largo del libro: él no se considera a sí mismo un crítico literario, sino un periodista cuyo papel fue servir de mediador entre el libro y el lector particular, un lector público. La razón de ser del programa era informar acerca de las novedades editoriales, profundizando en los libros tratados a partir de una lectura necesariamente personal pero exigente, pensando siempre en los intereses del telespectador.
Por otro lado ¿quién tiene la última palabra en cuanto a eso que llamamos cultura? Pivot cree firmemente en la democratización del saber y es sobre esta fe en su idea de reflejar la cultura en toda su diversidad sobre la que se cimentó el éxito de su programa, pese a los riesgos que el planteamiento entrañaba.
A la vez, la decisión de incluir o no a un determinado autor en un debate, el hecho de promocionar una obra —con el consiguiente incremento exponencial de ventas días mas tarde—, o el error fatal de cálculo por parte de algunas editoriales con expectativas demasiado altas sobre los posibles beneficios comerciales, derivados de la presencia en el plató de uno de sus escritores, provocaron asimismo no pocos recelos y rivalidades en el sector editorial.
Junto a los recuerdos al calor de aquellos años como periodista cultural, el libro recoge numerosas reflexiones acerca de la práctica del oficio, anécdotas realmente divertidas y momentos memorables que tuvieron lugar tras las cámaras, en los encuentros entre Pivot y los autores que acudieron al programa. Un libro para leer y releer con placer.
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