Este libro es el resultado de un compromiso muy personal ante la vida y la literatura
por parte de una de los intelectuales contemporáneos más influyentes
y polémicos en el ámbito cultural italiano.
Alfonso Berardinelli nació en Roma en 1943. Conocido por sus ensayos sobre
cultura, política y sociedad, en 1995 decidió renunciar públicamente a su
cátedra en la universidad —en la que impartió clases de Literatura Moderna
durante 20 años— provocando, con su abierta oposición a la praxis docente
de las universidades italianas, un acalorado debate sobre los medios y los fines del aprendizaje, así como encendidas críticas por parte de sus antiguos
colegas.
Leer es un riesgo recoge una selección de sus artículos, publicados en diferentes
medios a lo largo de más de una década, concretamente desde el
año 1998 hasta el 2012. En ellos Berardinelli se posiciona sobre diferentes cuestiones derivadas de la la
cultura escrita contemporánea: qué podemos extraer de eso que llamamos
literatura, cuál es la mejor manera de abordarla y qué sería deseable esperar
de quienes, desde uno u otro campo, se dedican profesionalmente al mundo del libro, sean autores, editores, críticos o profesores.
En sus escritos Berardinelli reivindica la práctica de la lectura en caída libre,
no condicionada por el peso de la tradición ni por las modas y corrientes
al uso que intenta imponernos el entorno, ni tampoco por el populismo que
rebaja y desvirtúa la práctica literaria en aras de una aparente democratización
de sus fronteras.
Establece así una poética basada en la libertad y la subjetividad del lector,
no sujeta a normas ni a ismos, en la que éste ha de adentrarse sin prejuicios y sin más armas que el instinto personal y la curiosidad por
las múltiples evocaciones que el texto literario nos pueda sugerir.
El autor se levanta contra la tendencia por parte de ciertos sectores del mercado
editorial actual a fomentar una literatura de mero consumo, cuyo éxito
para captar al lector se basa más en el diseño de una buena campaña de
márketing que en la calidad de la obra en cuestión, y que está pensada para
ser rápidamente consumida y olvidada.
Frente a todo ello, Berardinelli reivindica
la figura del lector activo, aquél que muestra una actitud co-creativa ante el
texto y para quien la lectura conduce siempre, de alguna manera, a una reflexión interior, un cuestionarse a sí mismo y a su entorno, buscando explicaciones
más allá del texto.
El riesgo de la lectura, para Berardinelli, es algo en peligro de extinción hoy:
la capacidad que tiene la literatura para despertar nuestra conciencia crítica
y ayudarnos a encontrar respuestas a los interrogantes de nuestras vidas.
De esta mirada activa ante el texto, emerge de manera natural la figura del
crítico literario. Su quehacer viene a ser algo tan consustancial al ser humano
como lo es nuestra tendencia innata a la reflexión, a razonar, a sentir, a hacernos
preguntas sobre nosotros y sobre todo aquello que nos rodea.
Por otro lado, Berardinelli, en su intento por trazar un diagnóstico del estado actual de la cultura escrita, no se olvida de la
irrupción de los medios digitales y de sus repercusiones en el ámbito literario.
El capítulo Internet ya no es el paraíso recoge una serie de artículos en
los que el autor expone sus opiniones al respecto.
Berardinelli no oculta su
recelo ante las TIC, lo que le lleva a calificarse a sí mismo como de "ejemplar
antropológico en grave peligro de extinción, más cercano a un escriba, a un
amanuense, o a un homme de lettres de los siglos XVIII, XIX o XX que a un
joven nacido en los últimos veinte años".
En uno de sus artículos —Yo no quiero un Kindle— el autor recoge la opinión
de una figura conocida en el panorama intelectual actual, Oliver Sacks, neurológo
y escritor. En el diario La Reppublica, el conocido
neurólogo cuestionaba la experiencia de la lectura en formato electrónico. Ante su apego por el formato impreso escribe:
No debemos consentir la desaparición de ninguna forma de libro, porque todos nosotros somos individuos, con exigencias y preferencias fuertemente individualizadas: preferencias arraigadas en nuestro cerebro a todos los niveles, con nuestros modelos y redes neuronales individuales que crean un diálogo profundamente personal entre el autor y el lector.
Particularmente no alcanzo a comprender la manera en que, la elección de un determinado soporte material para la lectura, pueda comprometer la identidad del lector como tal, el sentido y alcance de la propia obra, o la necesaria complicidad que se establece entre el lector y el texto, una vez aquél se adentra más allá de la primera frase.
Como dice Carlos García Gual en un artículo reciente en el periódico El Pais:
El mensaje de los grandes libros se reinterpreta con los años, abre nuevos horizontes y moldea a personas más críticas e imaginativas.
Este poder de supervivencia a través de los siglos, es algo inherente a la buena literatura, cuya existencia en ningún caso dependerá del formato por el que accedamos a la lectura.
En todos los artículos que conforman este apartado dedicado al impacto de las TIC en la cultura late la renuncia por parte de Berardinelli a dejarse arrastrar por las teorías más optimistas acerca de las potencialidades de la era digital y multimedia, a las que el escritor italiano califica como de triunfalismo inútilmente publicitario. No puedo estar de acuerdo con el catastrofismo tecnológico de Berardinelli que, en mi opinión, oscurece en parte la lucidez con que reflexiona acerca del panorama literario actual en otros artículos del libro.
Es el caso del capítulo en el que el autor arremete contra la banalización actual de la poesía, en la que, según Berardinelli, a partir de una libertad formal mal entendida, todo acaba por tener cabida, convirtiendo el género en algo irrelevante. El autor hace también balance de lo que él denomina "populismo poético": “la pretensión de pertenecer a un club exclusivo que, sin embargo, abre las puertas a todo el mundo", y que Berardinelli piensa que está provocando la desaparición de un público exigente de lectores y de un entorno crítico.
Igualmente interesante es el apartado del libro en el que el autor pasa revista a algunas figuras emblemáticas del panorama cultural contemporáneo —Umberto Eco, Paolo Passolini o Elsa Morante, entre otros—, siempre polémico y mordaz pero, ahí sí, a la altura de sus mejores textos.
2 comentarios:
Sospecho que con algunas cosas estaré en desacuerdo, pero aún así me encantaría leer esta obra. No conocía para nada al autor, por cierto.
A ver si puedo hacerle hueco >.<
Un abrazo.
Hola. Yo creo que tiene muchos puntos por los que vale la pena correr "el riesgo" de leerla. Chocante, en mi opinión, algunas de las afirmaciones que hace sobre Internet y las tecnologías, y que no cuadra con el espíritu del resto del libro, pero aún así tiene otros muchos ingredientes que hacen que resulte apasionante para quienes la lectura y la escritura es más que una afición
¡Un abrazo! Nos vemos en La posada del lector ;-)
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